Siempre me ha gustado leer lo que muchos de mis amigos escriben en sus sitios personales y es muy interesante conocer esa faceta que todos poseemos, la del escritor que llevamos dentro, aunque tal pareciera que un 99% no lo ha descubierto aún.
Una de las cosas más fáciles que nos distingue a menudo, es la de colocar un título a todo lo que nos rodea, y debo aceptar que no fue difícil para mí hacerlo en este momento, ya muchos conocen mi historia pero por si en algún momento mi amigo lector desconoce esta etapa de mi vida, mucho me agrado de explicar el porqué he puesto este título al presente blog.
El sentido de la identidad siempre nos hace identificarnos con aquello que deseamos o aspiramos ser, en mi caso y como el de muchos que ahora son parte de mi familia, esta identificación tiene que ver con algo que no pertenece a este mundo, pareciera cosa de locos, la realidad es que muchos padecemos de esa locura, el amor de Dios. Desde que he encontrado esta felicidad, el texto en 1 Pe. 2.11 "...como a extranjeros y peregrinos..."nunca se había hecho más palpable en mi vida como ahora, lejos de mi hogar, mi ciudad, mi país, mi continente, sumergido en medio de una cultura totalmente diferente a lo que he conocido, realmente te hace sentir ajeno al medio, pues tan solo el hacer cosas como silbar o reír en público te convierten en un ser de otro planeta, de la misma forma y sin notarlo muchos en seguida reconocen mi procedencia, rasgos físicos, lenguaje y el acento hacen que mi identidad como mexicano sea perceptible, pero por sobre todo hay algo que me han reconocido y eso me ha permitido demostrar mi verdadera identidad... la de un hijo de Dios.
¿Cómo, no tomas?, gracias, eres muy amable, !oh, cómo lo sabes?, ¿a poco lees la Biblia?, tu eres cristiano ¿verdad?...no es vanagloria, pero me siento también con mi identidad, me da tanto gusto decir: no soy yo, es Jesús que mora en mí. No son las cosas que hago, sino lo que mi corazón realmente es. Y a ti, ¿qué te identifica?
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