samedi 27 septembre 2008

Un testimonio...


-Hace unos días escribía en un correo acerca de lo que ha significado para mí el conocer a Dios, y me ha parecido bien el publicar un extracto de ello, que a continuación comparto, he hecho algunas correcciones al original pero básicamente le he dejado tal como lo escribí.-

...siempre he pensado que muchas veces no somos quizá tan agraciados en escoger el tipo de hogar en el que nacemos, ahora que tengo la oportunidad de reunirme en una Iglesia, he visto cómo hay quienes toda su vida y aún su infancia han sido instruidos en el camino del Señor y la verdad son personas que admiro mucho por su excelencia, ejemplo y el éxito que se ve reflejado, por la bendición de Dios, en sus hogares, trabajo y en diversos aspectos de su vida, sin lugar a dudas que es todo por la gracia de Dios, en mi caso, cuando comencé a conocerle, hubo momentos que miraba hacia atrás y sinceramente me cuestionaba porque mi familia no era así, porque mi familia no hablaba del amor de Dios sino más bien de una obediencia más por temor que por amor, por qué no había ayuda mutua sino sólo intereses personales y muchas cosas que sinceramente me deprimían y yo de alguna forma trataba de cerrar los ojos...

Recuerdo aún cuando llevé a mi casa estas ideas acerca de la Biblia y de las cosas tan maravillosas que estaba aprendiendo, fue un golpe bastante doloroso el que sentí cuando mis padres expresaron tener una profunda desilusión: ¿por qué estas dejando lo que te hemos "inculcado"?, ¿por qué has traicionado lo que se te ha enseñado?...al punto de llegar a pensar salirme de casa... hubo muchas aflicciones que pasé en ese tiempo, porque mi mente y mi corazón estaban conociendo una verdad: que no se trataba de una religión ni de un clero sino que había mucho más, hallar verdadera paz al tener una vida nueva y santa en Cristo, amarle y conocerle cara a cara, el no tener que esperar cada domingo que una persona me hablara de él, sino escucharle en cualquier momento a través de la lectura de su Palabra, y tener la seguridad de al menos dos cosas, que mi oración era escuchada y que mi nombre estaba ahora escrito en el libro de la vida, saber que si muero no tengo porque tener miedo, ni suponer que "tal vez" Dios se acuerde de mí o pensar que por las cosas buenas que he hecho pueda librarme de ir al infierno... no¡, sino tener la completa seguridad de que en Cristo he vencido al pecado¡ que esas cosas ya no están más en mi corazón o en mi conciencia, porque las ha quitado y ya nunca más se acordará de ellas, que por medio de Él ¡he vencido a la muerte!, ¡ya no iré al infierno!, ¡estaré con el Señor! lejos del sufrimiento, donde podré verle tal como es, el enjugará mis lágrimas, miraré sus heridas y me dirá: ¡esto fue por ti!, me tomará en sus brazos donde sentiré la misma fuerza con que fue hecha la creación, le preguntaré muchísimas cosas que siempre he querido saber, mirarle a los ojos y sentir el más puro amor...

Esto era lo que estaba conociendo y quería que mis padres ¡caminaran conmigo! que ellos lo supieran, que no sólo se trataba del trabajo, la familia e ir a misa los domingos, ¡no!, que había más, que Dios nos habla a cada instante y en todo lugar, que la Biblia no es un libro que sirve como adorno sino que es la misma ¡Palabra de Dios!, que no solo es historia, sino que tiene cosas fascinantes, ciencia, arte, poesía, conocimiento, sabiduría y que todo se conjuga en un solo punto, el amor de Dios, que es falso pensar que no podemos hacer nada para Dios, porque Él ama nuestro servicio, hablar a otros, visitar a los enfermos, trabajar con niños y que además haya personas que tienen ese mismo sentir y que es tan hermoso estar en comunión unos con otros, reunirme en un lugar donde no soy un completo extraño sino dónde mi nombre es conocido y en dónde puedo sentir a cada momento un fuerte apretón de manos, una palmada en la espalda, una sonrisa sincera, no de una persona desconocida, sino de verdaderos hermanos en Cristo...

Pero aún mi familia no estaba preparada, y tal como Marta y María (Lc. 10:38-42) el ajetreo y la preocupación por las cosas de este mundo hacen difícil entenderlo, pero a pesar de todo, decidí quedarme con ¡la buena parte! y soportar lo que venía, las pruebas, ser señalado por los que antes pensaba que eran mis amigos y aún de mi propia familia, hubo quién incluso aseguró que me iría tan mal por lo que había hecho, estoy seguro que más penurias y aún maldiciones se han de haber proferido contra mi... todo por tener a Cristo en mi corazón, pero eso ellos no lo sabían... que ahora estaba de mi lado el Todopoderoso, no se trataba de renunciar a una religión como muchos piensan, sino de conocer la verdad y ser libre¡ libre de las ataduras del pecado, del tropiezo, del fracaso, de ese vacío que nadie ni nada puede llenar... ¡y sucedió! de pronto las malas palabras se habían ido de mi boca, lo sucio en mi mente ¡ya no estaba más! no preocuparme por las cosas de este mundo sino por el reino y la justicia de Dios, ésta ha sido la llave que me ha abierto la puerta: creer en el Señor Jesús, un día yo me di cuenta que le necesitaba, a pesar de que nunca he hecho cosas realmente malas, aún así en ese momento me sentí tan culpable y sucio, sabía que mi condición de pecador no me dejaba tener una relación personal con Dios, no tenía paz ni seguridad y sólo cuando pasaba por algún aprieto me acordaba de Él... pero un día me hablaron de esto, y entonces, esa tarde en mi hogar, mi corazón se derramó delante de Dios, le pedí perdón, acepté el sacrificio que el Señor Jesús hizo por mí en la cruz, sólo porque me amaba, yo le pedí que entrara en vida, que me salvara, que tenía miedo del futuro, de no saber en qué iba a parar mi vida, le dije que me diera un propósito, que fuera Él quien me condujera por el buen camino, no en mis fuerzas, sino en su poderosa mano¡ ... ¿y sabe qué?, ¡Dios hizo un milagro en mi vida!, porque ¡El me rescató!, ¡me levantó en sus brazos!, y aún tenía algo más... cuando leí en Hechos 16.25-34 la historia del carcelero y de cómo éste había creído y Pablo le había asegurado no solamente ser salvo él sino también su casa, ¡fue como una sacudida!, ¡el Señor también quería mi hogar! y por supuesto que me aferré a esa esperanza... y hoy he visto que el amor de Dios es tan vasto, ahora puedo tener tanto descanso de ver como mis padres ¡también han creído a esta verdad! y que están conociendo al Señor, verles crecer en la Palabra y la oración, me resulta tan hermoso escuchar cada vez que hablo con mi mamá y mi papá que el Señor está ahí, ¡en sus labios y en su corazón!.

Ésta ha sido mi experiencia, ¿qué si todo ha sido color de rosa a partir de ahí? jajaja, ahora sé que el reino de Dios no es para los cobardes, las aflicciones y las pruebas son duras, pero al final, siempre la exaltación y sus bendiciones son presentes ¡cien veces más! y todo porque ¡Él siempre glorifica su Nombre!, ya no me pesa absolutamente nada, pues el caminar humildemente de la mano del Señor me fortalece siempre.

Sé que el principio de mi vida comienza, soy joven aún, sin embargo tengo la firme convicción de que mi Dios estará conmigo pase lo que pase...las palabras en Rom. 8:28-37 siempre han sido de las que más fuerza y coraje me han infundido para seguir adelante, ...los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien...si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?...en Cristo somos más que vencedores...no hay ninguna otra cosa creada que nos pueda separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro...

He escuchado que muchos me dicen: bueno, tú porque Dios te ha ayudado y te ha dado muchas cosas pero espérate que vengan las pruebas duras y ya verás... sabe que pienso, si todo lo pierdo ya no me importa nada, porque verdaderamente el amor de Dios en mi corazón es ¡todo lo que necesito!, ahora que me encuentro viviendo aquí, muchos lo ven como algo de lo más extraordinario, piensan: irse a vivir a un país de primer mundo, viajar, conocer gente, tener una beca y prepararse para algo excelente... jajaja le soy sincero, aquí no tengo nada ni a nadie, porque todo lo que tenía y hacía se quedó atrás, mis amigos, mi familia, la gente que amo, los ministerios, mi casa, todo¡, ...pero ¿sabe una cosa? mi Dios ¡ha venido conmigo!, Él es mi todo y no me ha dejado en ningún momento, ni creo en lo más mínimo que lo haga, ¡porque me ama y yo a Él!.

Espero que mis palabras puedan servirle a hallar la paz que tanto ha buscado, yo no puedo hacer más, ¿el dinero? pienso que tampoco, ¿los amigos? en un momento están y luego no... sea el Señor quien le muestre lo que realmente necesita y sea Él quien le proporcione esa paz y el amor que tanto anhela su corazón.

...porque el mundo pasa y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. 1Jn 2.17

En el amor de Cristo, Edu.

"¿Que sí Dios existe?, pregúntenselo a cualquiera y en la multitud de respuestas quizá hallará satisfecha su curiosidad, yo... sólo me conformo con saber que ¡Él me ama y ha hecho TODO por mí!."

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