vendredi 31 octobre 2008

Extraños entre nosotros...

Viajar en el subterráneo siempre me ha despertado una gran curiosidad por la cantidad de personas que solemos encontrar en esos ambientes, recuerdo cuando mis padres nos llevaron por primera vez de visita a la Ciudad de México, ver tanta gente demasiado apretujada, el calor, los empujones, el "hijo ten cuidado con los ladrones" no fue una de las experiencias más agradables que haya tenido pero desde aquella ocasión pude percibir la enorme diversidad que existe en las grandes poblaciones, desde los clásicos punks hasta los danzantes y concheros como los que hay en el zócalo, o desde hombres de portafolio en trajes elegantes hasta los vendedores de pilas de 3 paquetes por $5 y limosneros ambulantes, desde el típico estudiante de mochila, gorra y audífonos hasta la trabajadora que va dormitando con su cabeza apoyada sobre el cristal. Todo un mundo de gente.

No conozco muchos metros pero en los pocos que he viajado siempre he notado el mismo fenómeno, la gran cantidad de gente que va y viene, grandes masas que no detienen su marcha, hordas incalculables que nunca dejan de pasar, en todo momento y a cada instante. Es toda una tendencia pero debo reconocer que dentro de todo ese movimiento y aparente confusión aún existen aquellas cosas que nos hacen admirar la belleza de lo interno, una sonrisa, una palabra o un gesto amable.

Pero ¿qué se encierra tras aquellas mentes?, ¿quiénes son realmente todas esas personas?, estoy seguro que nunca podríamos imaginarnos estar compartiendo lugar con un virtuoso pianista, un escritor o sentados quizá frente a un exconvicto, a menudo me gusta observar los detalles y siempre trato de descifrar por medio de lo que alguien porta o su manera de vestir, su profesión o intereses, puede ser un anillo, quizá un llavero o abrigo lo que puede darnos suficiente información para revelar la identidad de una persona, pero claro muchas veces nunca sabremos mas allá hasta no conocer un detalle que nos declare si alguien hace cual o tal cosa.

Viene a mí la experiencia que tuve hace unas semanas cuando salía de la oficina, el regreso a casa siempre tiene mucho que ver con este fenómeno pues casi sin darme cuenta soy uno más de los cientos de estudiantes que desplazándose como un solo organismo se apresuran al subterráneo. Ese día para mi sorpresa, el vagón no venía muy lleno y aún había asientos desocupados, pero cual modesto ciudadano permanecí en pie acurrucándome lo más posible, dejando el lugar para las apreciables damas y uno que otro abusador de semejante gesto de amabilidad.

Estando allí, de pronto mi mirada recayó sobre un aparente estudiante que ausente de la realidad observaba minuciosamente un viejo y desgastado cubo de rubik, al principio me hizo recordar que también tuve uno, ahora olvidado y con varios de los cuadritos despegados, pero ahí estaba este chico observando fijamente por todos lados el famoso cubo, haciéndome pensar, ¡ja, vamos! hasta yo puedo resolver una cara en menos tiempo, pero sorpresivamente en ese instante cerró los ojos, y quedó un momento en silencio, algunos comenzaron a observarlo algo extrañados, y yo mismo pensé: de seguro otro de esos locos... de repente el metro empezó nuevamente a avanzar y entonces, cómo si se tratara de un acto reflejo él comenzó a girar las partes del cubo velozmente, pero era tal la rapidez que nunca había pensado que se pudiera manejar un juguete como ese con tal habilidad y destreza, al momento ya muchos comenzamos a mostrar sorpresa y creo que compartíamos el mismo pensamiento: será posible que lo resuelva antes de llegar a la siguiente estación y ¡con los ojos cerrados!, entonces poco a poco el orden de los colores comenzó a aparecer y a éste punto era imposible ocultar las miradas atónitas de los que observábamos, no así él, con su rostro inerte y tan solo el movimiento de sus dedos que a veces debía forcejear un poco para acomodar bien el cubo, de pronto se escuchó el aviso de arribo a la siguiente estación, en ese momento el chico aumentó la velocidad a la misma proporción que aumentaba nuestro ya muy notorio asombro, y así justo al momento que el metro se detuvo, sus manos quedaron congeladas en ese preciso instante, y entonces apareció, el cubo formado con sus seis colores y ¡todo en menos de 1 minuto!, al momento las personas en el metro comenzaron a aplaudir, luego en seguida las puertas se abrieron y el chico se levantó, hizo un breve gesto con sus labios y salió entre la masa de gente que en ese momento descendía del vagón perdiéndose entre aquella multitud. Muchos siguieron comentando y poco a poco cada uno volvía a la realidad olvidando el suceso tan interesante que acababa de ocurrir, yo descendí dos estaciones más adelante aún con la sorpresa de haber presenciado algo tan curioso y muy fuera de lo común, pero aún más me preguntaba, ¿quién será ese chico?, ¿tendrá familia?... ¿conocerá al verdadero Dios?

Debo aceptar que esta última es la pregunta más difícil de contestar, desafortunadamente en muchas de las situaciones nunca podremos saber con certeza no solo quien cree en Dios, sino verdaderamente quién defiende esa convicción, esto me hace pensar una serie de cuestiones; en primer lugar ¿quién dice la gente que soy yo?, luego ¿quién pienso que soy yo? y por último ¿qué dice Dios acerca de lo que soy yo realmente?, siguiendo el esquema que el Señor Jesús plantea a Pedro en Mateo 16, claramente vemos de que forma el Señor nos dirige a un razonamiento lógico sobre lo que implica el responder ¿quiénes somos?, así, el Maestro pregunta en primer término ¿quién dicen los hombres que es el hijo del Hombre? refiriéndose a la percepción que tenían sobre él aquellos que le rodeaban, en segundo plano pregunta ¿quién dicen ustedes que soy yo? llevando a Pedro cada vez más cerca de un hermoso descubrimiento, Pedro responde con suma humildad: tu eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente, entonces el Señor le hace una hermosa declaración: bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás... y acto seguido la identidad que surge de la boca del Señor.

Así, a la luz del testimonio escrito, siempre será Él quien nos revelé nuestra verdadera identidad, y en la medida en que nosotros le conozcamos así mismo el nos mostrará quienes somos, habiendo una hermosa reciprocidad tanto en el "buscar" como en "encontrar".

En la realidad, nuestra vida presenta a menudo muchos colores y piezas en desorden... pero a final de cuentas lo que interesa no es formar una sola de las caras, sino en la armonía de los colores en la totalidad de ellas, que al final guarda un equilibrio cromático en el todo.

Es pues la avenencia de los colores en tu vida en la misma proporción... no te conformes con un cubo a medio terminar sino en dejar que el verdadero Campeón obre la maravilla en ti.

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